“La dicha no se encuentra en el destino, sino en el eco de los pasos que nos llevan allí.”

Esta frase nos invita a cambiar nuestra perspectiva sobre la felicidad. A menudo, la buscamos como una meta lejana, un tesoro escondido al final de un largo camino. Sin embargo, la verdadera placer reside en la vivencia misma del viaje.

Imaginemos la alegría de un explorador no solo al descubrir una tierra inexplorada, sino en la emoción de cada amanecer en la selva, en el sonido del viento entre los árboles, en la camaradería de quienes comparten la expedición. Cada instante, cada desafío superado, es un matiz de gozo que enriquece el alma.

Es como saborear una deliciosa comida: la anticipación, los aromas que emanan, la textura en cada bocado, todo ello conforma la experiencia completa de bienestar, no solo el acto de tragarla.