“El amor verdadero no es un encuentro de almas perfectas, sino la aceptación gozosa de las imperfecciones compartidas.”

Lejos de la idealización, esta frase subraya que el amor maduro se nutre del reconocimiento y la valoración de las fallas y debilidades mutuas.

No se trata de buscar un espejo sin motas de polvo, sino de encontrar a alguien con quien compartir el brillo y las sombras. Es como admirar una obra de arte que, aunque presente alguna pincelada imperfecta, cobra vida y carácter precisamente por esas singularidades, haciéndola más real y entrañable.