“Donde el optimismo se rinde, florece la terquedad del espíritu.”

Hay momentos en que las circunstancias nos golpean con tal fuerza que hasta la esperanza parece desmoronarse. Es en esos abismos donde la tenacidad se revela como una fuerza indomable, un acto de rebeldía del alma contra la adversidad.

Imagina un diminuto brote que lucha por emerger a través de una losa de concreto. El sol apenas le llega, la tierra es árida. La lógica diría que debe perecer, pero una fuerza interna, una obstinación vital, lo impulsa a buscar la luz. Esa terquedad, esa voluntad inquebrantable de existir y crecer, es la manifestación más pura de la perseverancia.

Esta capacidad de seguir adelante, incluso cuando las probabilidades están en contra, define nuestra resistencia. No es una ceguera ante la dificultad, sino la convicción de que el próximo intento podría ser el que abra camino.