“La resiliencia no es evitar la caída, sino tejer un tapiz con los hilos rotos de cada tropiezo.”

La perseverancia, a menudo simplificada como la simple continuación de un camino, es en realidad un arte delicado. No se trata de ignorar las cicatrices o de pretender que las dificultades no existen, sino de integrar esos momentos de fragilidad en nuestra propia historia.

La verdadera fuerza reside en la capacidad de transformar la adversidad en aprendizaje, y el desaliento en impulso. Cada obstáculo superado se convierte en una hebra más fuerte, más brillante, en el tapiz de nuestra vida.

Imaginemos un kintsugi, el arte japonés de reparar cerámica rota con oro. La resiliencia es nuestro kintsugi interno, resaltando nuestras imperfecciones con valor y convirtiéndolas en la prueba visible de nuestra inquebrantable voluntad de seguir adelante. No solo nos levantamos, nos levantamos embellecidos.