“La dicha no reside en la cima, sino en la gratitud por cada paso ascendido.”

La felicidad duradera no es un destino lejano, sino una apreciación constante del camino que recorremos. Es encontrar regocijo en el simple acto de avanzar, reconociendo la riqueza de las experiencias que nos van moldeando, incluso aquellas que presentan desafíos. Piensa en un escalador que, al alcanzar una cumbre, no solo celebra la vista, sino que recuerda con sonrisas los momentos de esfuerzo, las resiliencias encontradas en cada agarre, la camaradería compartida en la ascensión. Esa es la esencia: la gratitud por el trayecto que nos ha traído hasta aquí, por las lecciones aprendidas y la fuerza descubierta en el empeño.