“La alegría profunda florece en la quietud, donde el ruido del mundo se desvanece.”

En nuestra vorágine diaria, estamos constantemente bombardeados por estímulos externos: noticias, redes sociales, las exigencias de la vida. Para acceder a la alegría profunda, necesitamos crear espacios de quietud.

Imagina un lago cristalino. Cuando el viento sopla, la superficie se agita y la imagen se distorsiona. Pero en la calma, el agua se vuelve un espejo perfecto. La quietud interior es ese lago en calma, donde la verdadera alegría puede reflejarse y manifestarse sin ser opacada por el tumulto exterior.