“La dicha cotidiana se cultiva en macetas de atención plena”

Regar las pequeñas cosas con presencia es el fertilizante del bienestar. Una taza, una respiración, una hoja que cae pueden convertirse en ceremonias sagradas si las miramos con ojos nuevos.

Los jardineros zen rastrillan la grava cada mañana, no para cambiarla, sino para renovar su asombro. Nosotros también podríamos abordar lo ordinario con esa misma devoción, descubriendo que el milagro no está en lo que hacemos, sino en cómo lo vemos.