“El júbilo auténtico es contagioso: no puedes rodearlo de sonrisas sin que algunas se te peguen.”

La felicidad genuina tiene un efecto dominó que las versiones forzadas nunca lograrán. Es como encender una vela con otra: la primera no pierde su luz al compartirla, y pronto todo el espacio se ilumina con un resplandor cálido.

No hace falta anunciar tu alegría para transmitirla. Se filtra en los gestos pequeños, en la energía que emanas, en esa cualidad especial que hace que otros se sientan un poco más livianos solo por estar cerca de ti. Así es como el gozo verdadero cambia el mundo: un corazón a la vez.