
“La dicha florece en el jardín de la gratitud.”
La dicha, ese estado de profundo bienestar, no se busca en jardines exóticos o tierras lejanas, sino que encuentra su tierra fértil en el humilde terreno de la gratitud.
Es en el reconocimiento sincero de lo que poseemos, por pequeño que parezca, donde germina la semilla de la alegría. Imagina un coleccionista que, en lugar de anhelar la próxima rareza, se maravilla ante cada pieza que ya adorna su estante. Esa apreciación constante nutre un gozo que ninguna adquisición externa puede igualar, una satisfacción que emana desde adentro.