“El cariño, como el rocío matutino, nutre la flor del enamoramiento sin necesidad de sol abrasador.”

El amor no siempre se presenta con fuegos artificiales y tormentas pasionales. A veces, su llegada es tan sutil como el rocío que humedece la tierra al amanecer. Este cariño, ese apego suave y constante, es la base sobre la que florece el enamoramiento más duradero.

Imagínalo como el cuidado tierno de una semilla. No necesita el calor implacable del mediodía, sino la humedad constante y la protección que dan vida a sus raíces. Este afecto silencioso, cultivado día a día, permite que la flor del amor se abra lentamente, mostrando pétalos de devoción y comprensión que brillan con una luz propia y serena.