“La devoción es la brújula del corazón que, en la tempestad del desamor, siempre señala el norte del afecto.”

En los altibajos de las relaciones, la devoción actúa como un ancla inquebrantable. No es la ausencia de problemas, sino la voluntad férrea de permanecer, lo que define este sentimiento profundo.

Piensa en una nave navegando en aguas turbulentas. La brújula, a pesar de los vaivenes, mantiene su rumbo fijo. Así es la devoción: una fuerza interna que, ante la duda o el dolor, recuerda la dirección del amor verdadero. Es el compromiso tácito de buscar siempre el reencuentro con el afecto, de mantener la luz del cariño encendida, incluso cuando las olas amenazan con apagarla.