“Donde residen dos almas enamoradas, las ruinas del ayer se transforman en jardines del mañana.”

El pasado, con sus cicatrices y aprendizajes, no tiene por qué ser una carga perpetua en el viaje del amor.

Piensa en un antiguo castillo en ruinas, abandonado al tiempo. Ahora, imagina que dos personas con un afecto profundo deciden reconstruirlo, plantar flores entre los escombros y decorar los muros desmoronados. El amor tiene esa capacidad mágica de sanar y revitalizar, de tomar lo que fue y convertirlo en la base de algo nuevo y hermoso. Las viejas tristezas se convierten en la tierra fértil para el crecimiento futuro.

Es la devoción la que permite que las memorias pasadas enriquezcan, en lugar de limitar, la promesa de un futuro compartido.