“La antorcha de la determinación, una vez encendida, jamás debe extinguirse por la brisa del desánimo.”

La determinación es una llama interior que, al prenderse, ilumina nuestro camino y nos da la fuerza para afrontar la oscuridad. El desánimo, por el contrario, es la brisa gélida que intenta apagarla.

Debemos ser guardianes celosos de esa antorcha. Cada vez que la brisa amenace, debemos protegerla con el escudo de nuestra convicción, avivarla con el recuerdo de nuestro propósito y alimentarla con la fe en nuestras capacidades. No permitamos que el miedo o la apatía apaguen la luz que nos guía.