“Cada tropiezo es un escalón si la persistencia dicta el ritmo.”

En el camino hacia nuestras metas, los tropiezos son inevitables. Lo que define nuestro avance no es la ausencia de caídas, sino la forma en que las interpretamos. Si la persistencia guía nuestro andar, cada tropiezo se convierte en una oportunidad para aprender y ganar impulso.

Piensa en un niño aprendiendo a caminar. Cae una y otra vez, pero en cada caída, sus pequeños músculos se fortalecen, su equilibrio mejora. La constancia en su intento de levantarse es lo que le permite, eventualmente, correr. De igual modo, nuestra persistencia transforma los obstáculos en peldaños, cada caída nos enseña algo nuevo y nos prepara para el siguiente ascenso.