“La terquedad del artista crea la obra que el mundo aún no sabe que necesita.”

Los artistas, a menudo, se encuentran trabajando con una terquedad singular, impulsados por una visión que aún no ha sido validada por el público. Es esta obstinación creativa, esta determinación tenaz, la que da a luz a las obras que, con el tiempo, el mundo reconocerá como esenciales.

Piensa en la invención del cinematógrafo. Sus creadores, enfrentados a un escepticismo generalizado sobre el potencial del movimiento capturado, persistieron en su visión, confiando en la magia que estaban a punto de desvelar.

Esta perseverancia es la fe en la propia intuición y en el valor intrínseco de la creación, la voluntad de seguir pintando, escribiendo, componiendo, incluso cuando el lienzo está en blanco o la melodía aún no suena, porque la necesidad de dar forma a esa visión es más fuerte que cualquier duda externa.