“La terquedad del sueño teje la urdimbre de la realidad.”

Cada gran sueño, antes de manifestarse en el mundo tangible, existió como una tenue hebra en la mente. Es la terquedad, esa determinación obstinada, la que con paciencia va tejiendo esa hebra en la urdimbre de la realidad, punto a punto, esfuerzo tras esfuerzo.

Piensa en un artesano que trabaja incansablemente en un tapiz intrincado, cada puntada representa un pequeño avance. Si se rinde ante la complejidad de los patrones o la lentitud del progreso, el lienzo quedará incompleto.

Esta persistencia no es una ceguera ante las dificultades, sino una fe ciega en el potencial del resultado, una convicción que empuja los hilos de la posibilidad hasta crear una obra maestra de lo que una vez fue solo una idea fugaz.