“La persistencia es la brasa que, avivada por la esperanza, nunca se apaga en la noche de la adversidad.”

Cuando la noche de la adversidad cae, y las sombras de la duda y el desaliento amenazan con extinguir todas las luces, la persistencia actúa como la brasa latente dentro de la hoguera de nuestra voluntad. No es una llama furiosa, sino un calor constante, alimentado por la esperanza. Incluso en la oscuridad más profunda, esa brasa se mantiene encendida, esperando el momento oportuno para ser avivada por un soplo de fe o una nueva oportunidad. Su calor es un recordatorio de que, mientras exista esperanza, la persistencia mantendrá viva la posibilidad de un nuevo amanecer.