“La firmeza del espíritu es el ancla que nos mantiene en pie en las mareas del cambio.”

En el vaivén constante de la vida, donde las circunstancias cambian como las mareas, la firmeza del espíritu actúa como un ancla inamovible. No se trata de rigidez, sino de una profunda convicción en nuestros valores y propósitos que nos impide ser arrastrados por las corrientes.

Piensa en un faro: en medio de la tormenta, su luz permanece constante, guiando a los navegantes. La firmeza es esa luz interior, que no parpadea ante la furia del viento ni ante el rugir de las olas.

Cultivar esta cualidad implica un compromiso con nuestra propia verdad, una resistencia a ser moldeados por las presiones externas y la certeza de que, incluso en la oscuridad, tenemos un punto de apoyo.