“La roca se esculpe no por la fuerza de un golpe, sino por la insistencia de la gota.”

Esta frase evoca la imagen de un río tallando pacientemente un cañón a lo largo de eones. No es la furia de una sola corriente, sino la constancia de cada gota, gota tras gota, la que transforma la piedra sólida. Nuestra tenacidad, aplicada de manera continua, posee un poder similar.

Así como el agua moldea la montaña, nuestras acciones diarias, por pequeñas que parezcan, acumulan un poder inconmensurable. La verdadera fuerza no reside en la explosión momentánea, sino en la resiliencia que nos permite levantarnos tras cada tropiezo y seguir avanzando, un paso firme tras otro.