“La semilla de tu propósito germina en el fértil terreno de tu empeño.”

Imagina una pequeña semilla, aparentemente insignificante, pero con el potencial de convertirse en un gran árbol. Su supervivencia y crecimiento dependen no solo de la calidad de su ADN, sino del constante cuidado que recibe: el agua que la nutre, el sol que la calienta y, sobre todo, la firmeza con la que se aferra a la tierra a pesar de los vientos.

Así es la perseverancia. No se trata solo de tener una meta, sino de nutrirla diariamente con nuestras acciones, de protegerla de las dudas y de resistir los embates del fracaso. Cada pequeño esfuerzo, cada paso adelante, por minúsculo que parezca, es como una gota de agua que riega esa semilla, acercándola cada vez más a la manifestación de su pleno potencial.