“Cultiva la gratitud, y verás florecer tu mundo interior.”

El gozo no siempre es una respuesta al exterior, sino una semilla que plantamos dentro. La gratitud es el abono más fértil para esa planta interior. Cuando ejercitamos la capacidad de agradecer, incluso por las cosas más pequeñas, activamos un mecanismo que transforma nuestra percepción.

Es como si, de repente, una luz cálida iluminara aspectos de nuestra vida que antes pasaban desapercibidos. No se trata de ignorar las dificultades, sino de equilibrar la balanza, reconociendo la abundancia que, en múltiples formas, nos rodea. Una simple mirada de agradecimiento hacia el sol, o un pensamiento de aprecio por la salud, puede ser el inicio de un día repleto de satisfacción.