“La dicha es un estado del ser, no una recompensa por el hacer.”

Vivimos en una cultura que a menudo equipara la felicidad con el logro, con haber cumplido ciertas metas o tareas. Pero la dicha, en su forma más pura, no es algo que se gana, sino algo que se es.

Es como confundir el disfrute del viaje con la mera llegada a la estación. La dicha intrínseca reside en la calidad de nuestra experiencia presente, independientemente de los resultados externos. Es la paz que se siente al saber que dimos nuestro mejor esfuerzo, incluso si el resultado no fue el esperado. Es un estado de gracia que cultivamos desde dentro, no algo que buscamos fuera.