“La alegría no es una conquista, sino el fruto que madura en el árbol de la aceptación serena.”

A menudo perseguimos la alegría como si fuera un premio a ganar, creyendo que debemos luchar por ella. Esta frase, sin embargo, nos ofrece una perspectiva más orgánica y apacible: la alegría es un fruto que, naturalmente, madura cuando aceptamos la vida tal como es, con sus estaciones y sus imperfecciones.

Imagina un árbol que necesita tiempo, sol y agua para dar sus frutos. Si intentas forzar las ramas o arrancar los frutos antes de tiempo, solo conseguirás dañarlo. La aceptación serena es el cuidado que nutre ese árbol interior. Al dejar ir la resistencia a lo que no podemos cambiar y abrazar el proceso, permitimos que la alegría florezca de manera natural, brindando una satisfacción dulce y perdurable.