“El placer no es un destino, sino el paisaje que dibujas con tus pasos conscientes.”

Nos han enseñado a buscar el placer como una meta, un trofeo que se obtiene al final de un arduo camino. Sin embargo, esta expresión nos invita a redefinir nuestra relación con él, sugiriendo que el placer no es un punto en el mapa, sino la calidad del viaje mismo. Es la experiencia sensorial y emocional que cultivamos en cada acción, en cada momento que decidimos saborear.

Considera cada día como un lienzo en blanco. ¿Vas a pintar con trazos apresurados y descuidados, esperando llegar a un "final feliz"? O, por el contrario, ¿vas a usar pinceladas de atención plena, disfrutando de la textura de cada color y la forma de cada detalle? El placer, entonces, se convierte en el arte de vivir, en la satisfacción de crear un paisaje vibrante y significativo con cada paso que das.