“En la sonrisa de otro, a menudo encontramos el reflejo más puro de nuestra propia dicha.”

Compartir alegría crea un círculo virtuoso. Ver la felicidad en los demás, ya sea en una sonrisa efímera o en un reencuentro anhelado, nos inunda de un placer contagioso.

Es como si la luz de su gozo iluminara rincones insospechados de nuestro propio ser. Un acto de bondad, una palabra de aliento, pueden generar ondas de bienestar que se extienden mucho más allá de lo que imaginamos.

El verdadero placer a menudo reside en ser el catalizador de la felicidad ajena.