“Donde hay contento, florece el jardín de la satisfacción.”

El contento, esa disposición alegre y serena, actúa como el fertilizante natural que permite que la satisfacción crezca y prospere en el terreno de nuestra vida. Imagina un jardín: sin sol y sin agua, las plantas languidecen. De la misma manera, sin una actitud de contento, las semillas de la satisfacción permanecen latentes, incapaces de germinar y regalarnos sus frutos.