“La dicha no es un destino, sino el aire que respiras en el camino.”

La dicha no es un logro lejano, una cumbre a la que se asciende una vez y se permanece. Es el aliento vital que nutre cada instante. Imagina un río que fluye, no un lago estancado. Su alegría reside en su movimiento perpetuo, en la forma en que acaricia las orillas y espeja el cielo. Así es nuestra propia dicha: un presente constante, una melodía que resuena en la simple acción de existir y avanzar, incluso cuando el terreno se vuelve áspero.