
“El placer se halla en la serenidad del espíritu desapegado.”
Esta perspectiva nos aleja de la idea de que la felicidad está ligada a la acumulación de bienes o experiencias externas. El verdadero deleite, un placer íntimo y persistente, nace de un estado interno de calma.
Considera un lago cristalino: su belleza radica en su quietud. Cuando nos desapegamos de las expectativas, del juicio y de la necesidad constante de controlar todo, nuestro espíritu se vuelve como ese lago, reflejando la luz sin distorsión y encontrando una paz profunda que es, en sí misma, una fuente inagotable de bienestar.