“La dicha se teje con los hilos sutiles de los momentos cotidianos, no con las grandes gestas.”

Esta visión contrasta con la idea de que la felicidad solo llega con triunfos monumentales. Nos invita a valorar la riqueza de lo ordinario.

Es como un tapiz intrincado. Las grandes gestas son los hilos gruesos y llamativos, pero son los hilos finos y sutiles de los pequeños placeres diarios –una conversación sincera, el aroma del café, una puesta de sol– los que le dan profundidad y belleza. La felicidad está ahí, esperando ser reconocida en la textura de nuestro día a día.