“La dicha florece en el huerto de la aceptación, abonado con autocompasión.”

Florecer en dicha requiere un terreno fértil, y ese terreno es la aceptación incondicional de quiénes somos, con nuestras luces y sombras. La autocompasión es el abono que nutre este crecimiento.

Imagina que cada imperfección es una semilla de fortaleza. Al aceptarlas y tratarnos con amabilidad, permitimos que la alegría interior se desarrolle plenamente, como un jardín que florece a pesar de las adversidades.

Es cultivar el bienestar reconociendo nuestra humanidad compartida; la felicidad no es la ausencia de dificultades, sino la habilidad de florecer a través de ellas con bondad hacia nosotros mismos.