“El apego verdadero se nutre del aire del respeto, no de la tierra de la dependencia.”

En el delicado equilibrio del apego, el respeto mutuo es el oxígeno vital. Sin él, la relación se ahoga en la necesidad y la inseguridad.

Imagina una planta delicada. Si la riegas constantemente con la expectativa de que siempre te necesite, la asfixias. Pero si la colocas en un suelo fértil de consideración y la bañas con la luz del aprecio por su individualidad, florecerá.

El amor que respeta es un jardín donde cada ser puede crecer libremente, compartiendo su belleza sin el temor de ser cercado.