“Amar es ser el arquitecto de la propia felicidad ajena, sin renunciar a la propia.”

Esta frase subraya el equilibrio esencial en cualquier relación significativa. Construir la felicidad del otro no implica un sacrificio personal, sino una coexistencia armónica de bienestar.

Imagina dos jardines adyacentes. El amor es cuidar de ambos, permitiendo que cada uno crezca y florezca a su propio ritmo, compartiendo recursos como el sol y el agua. El cariño se manifiesta en la intención activa de nutrir la alegría del otro, sabiendo que esa prosperidad mutua enriquece a ambos.