“El apego es el ancla invisible que fija el alma en el puerto seguro de la reciprocidad.”
El apego, cuando es mutuo y saludable, funciona como un ancla espiritual. No limita, sino que estabiliza, fijando el alma en un lugar de seguridad y pertenencia.
Ese puerto seguro es la reciprocidad: el saber que el sentimiento es devuelto, que el esfuerzo es correspondido. Es la certeza que nos permite desplegar las velas con confianza, sabiendo que hay un puerto de retorno seguro y acogedor.
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