“La dulzura del amor reside en la aceptación, no en la perfección.”

Buscamos la perfección en muchas áreas de la vida, pero en el amor, es la aceptación genuina de las imperfecciones lo que crea la verdadera dulzura.

Es comprender que la persona amada no es un ideal fabricado, sino un ser humano con sus luces y sombras. El cariño florece cuando abrazamos esas peculiaridades, esos pequeños "defectos" que, en realidad, hacen a la persona única. Es en esa aceptación incondicional donde reside la belleza más auténtica.