“Donde florece la devoción, la pasión encuentra su tierra fértil.”

La verdadera intensidad del enamoramiento no reside solo en el chispazo inicial, sino en el cultivo constante de la devoción.

Piensa en un jardín secreto. La pasión puede ser esa explosión de color inicial, pero es el cuidado diario, el riego constante y la remoción de malezas (las dudas, el egoísmo) lo que permite que las flores de la intimidad y el respeto sigan embelleciendo el paisaje.

La entrega genuina, esa voluntad de nutrir el vínculo, es lo que hace que el fuego de la pasión arda con una llama profunda y sostenida, iluminando el camino en la oscuridad.