“El amor es el eco silencioso que resuena en los pasillos del alma, incluso cuando el mundo exterior se viste de desierto.”

Esta frase evoca la naturaleza perdurable y profunda del afecto genuino. No es un ruido estridente, sino una vibración sutil que se mantiene viva en nuestro interior, como una melodía secreta que nos acompaña a través de las adversidades.

Imagina un antiguo templo abandonado. A pesar del polvo y el olvido, si prestas atención, puedes sentir la energía de quienes lo habitaron, el murmullo de sus plegarias. Así es el amor verdadero; trasciende las circunstancias y las ausencias, anclado en la esencia de quien lo entrega y de quien lo recibe.