“La firmeza del roble no nace del día, sino de innumerables tormentas resistidas.”

Piensa en la imponencia de un roble centenario. Su tronco robusto, sus ramas que desafían el viento, son el resultado de una lucha prolongada. Cada vendaval que soportó, cada helada que enfrentó, no lo quebró, sino que lo fortaleció.

Así es la firmeza humana. Se cultiva a través de la persistencia ante las adversidades. La determinación se forja en el crisol de las dificultades, dejando un carácter inquebrantable, capaz de resistir las tormentas de la vida con una dignidad imperturbable.