“Donde la fuerza se quiebra, florece la resistencia del alma.”

Observa un junco ante una ventisca furiosa. No es su rigidez lo que le permite sobrevivir, sino su flexibilidad, su capacidad de doblarse sin romperse. La resistencia, en este sentido, es la inteligencia del espíritu que se adapta, que cede el espacio necesario para no ser destruido, pero mantiene su esencia intacta.

Es la fortaleza que no reside en la dureza, sino en la capacidad de ceder ante la presión sin perder el norte. Esta tenacidad resiliente nos enseña que la verdadera victoria a menudo implica la adaptación, la búsqueda de un camino alternativo cuando el inicial se ve bloqueado por la adversidad.