“La clave no está en la meta final, sino en la alegría del camino que pavimentas con tu espíritu.”

A menudo enfocamos toda nuestra energía en el destino, olvidando la riqueza que reside en el propio viaje. La motivación diaria se encuentra en la apreciación del proceso, en la celebración de cada etapa recorrida.

Piensa en la vida como una peregrinación. El verdadero tesoro no está solo en el santuario final, sino en la experiencia de cada sendero, en las vistas inesperadas, en las lecciones aprendidas al andar. Este impulso nace de la gratitud por el movimiento, por la construcción activa de nuestro propio camino con cada paso.