“Encuentra el fulgor en lo cotidiano; a veces, la mayor energía reside en la mirada atenta.”

A menudo buscamos grandes gestos o eventos extraordinarios para hallar esa chispa de motivación. Sin embargo, la vida nos regala destellos de poder transformador en los momentos más simples: el aroma del café, una conversación sincera, la textura de una hoja.

Este estímulo no proviene de fuera, sino de nuestra capacidad de sintonizar con la maravilla inherente a la existencia. Es un acto de presencia, un sabio cultivo de la apreciación que aviva nuestro espíritu y nos impulsa a seguir adelante con renovado vigor.