
“El amanecer no espera a que el gallo cante, tu impulso tampoco debería esperar.”
El primer rayo de sol, esa promesa dorada que tiñe el horizonte, es una invitación tácita a la acción. Al igual que el sol no consulta horarios ni se detiene en la duda del gallo, tu propia fuerza motriz debe emanar desde adentro. No esperes una señal externa, un empujón cósmico; la energía vital reside en tu propio latido, lista para desplegarse con cada nuevo respiro.