“Deja que la adversidad sea el viento que hinche las velas de tu resiliencia.”

Las tormentas no destruyen al navegante hábil, lo pulen.

Visualiza a Ícaro, no por su caída, sino por la audacia de su intento. Sin embargo, pensemos en un marinero experimentado que, al encontrarse con un temporal, no se desespera, sino que ajusta sus velas, tensa las cuerdas y usa la fuerza del viento en su contra para avanzar. Su resiliencia es su mayor aliada.

Este estímulo nos invita a redefinir nuestra relación con las dificultades. En lugar de verlas como obstáculos insuperables, podemos considerarlas como oportunidades para desarrollar una fuerza interior más profunda y para demostrar nuestra capacidad de adaptarnos y prevalecer.