“El motor del progreso no es la ausencia de miedo, sino el valor de avanzar a pesar de él.”

Imagínalo como un explorador en un territorio desconocido. El sendero está cubierto de niebla y se escuchan sonidos extraños, generando un nudo en el estómago. Ese es el miedo, una alarma biológica.

Sin embargo, el verdadero impulso, esa chispa de ánimo, no reside en no sentir la incertidumbre, sino en dar el primer paso, y luego el siguiente, con la convicción de que al otro lado de esa bruma hay descubrimientos esperando.

El estímulo diario se encuentra en reconocer el temor, pero no permitir que sea el timón de tu nave. Es la valentía de zarpar, incluso cuando las olas son altas.