“La dicha no es un destino, sino la arquitectura sutil de tus instantes.”

La dicha no es un destino, sino la arquitectura sutil de tus instantes.

Imagina la felicidad como un edificio. No esperamos a que esté terminado para disfrutarlo, sino que cada ladrillo, cada viga, cada detalle arquitectónico, aporta una dosis de placer y sentido al proceso de construcción. Así, la satisfacción se halla en la atención plena a lo que haces ahora, en la apreciación de las pequeñas obras maestras cotidianas.

Es el gozo de moldear el barro con las manos, la alegría de trazar una línea perfecta, el bienestar de sentir que cada acción contribuye a una estructura mayor y significativa. La dicha se descubre en el proceso, no solo en el resultado final.