“El placer más dulce es el que brota de la autocomplacencia consciente, no de la autocomplacencia vacía.”

Se distingue entre una gratificación superficial y efímera y un placer más profundo y sostenible que proviene del autoconocimiento y la autoaceptación.

El primero es como un dulce efímero que deja un sabor amargo. El segundo, en cambio, es como un fruto maduro, pleno y nutritivo. Cultivar la dicha interior pasa por entender y valorar nuestras propias cualidades y esfuerzos.