“La verdadera dicha no reside en acumular placeres, sino en irradiar gozo.”

Esta frase nos invita a replantear nuestra concepción de la felicidad. A menudo la asociamos con la búsqueda constante de experiencias placenteras y la acumulación de bienes materiales, creyendo que allí reside la clave para una vida plena.

Sin embargo, la verdadera satisfacción emana de algo mucho más profundo: de nuestra capacidad para compartir y generar alegría en el mundo que nos rodea. Se trata de un cambio de enfoque: pasar de ser receptores pasivos de bienestar a agentes activos que irradian positividad.

Cuando nos enfocamos en brindar bienestar a otros, paradójicamente, encontramos un nivel de gozo mucho más significativo y duradero que el que podríamos obtener buscando solo nuestra propia satisfacción. La felicidad, en su esencia más pura, es un acto de generosidad, una inversión en la alegría colectiva que, inevitablemente, se refleja en nuestro propio corazón.