
“La dicha florece donde el alma halla su propio sol.”
La dicha, como una flor esquiva, no se cultiva en la sombra de la obligación ni en el frío del conformismo. Requiere que cada uno descubra y nutra ese resplandor interior, esa chispa única que emana de ser fiel a uno mismo. Es encontrar ese rayo de luz personal que permite florecer en la propia existencia, sin depender de jardines ajenos.