“La dicha no es un destino, sino el eco de cada paso bien dado.”

Esta frase nos invita a cambiar nuestra perspectiva sobre la felicidad. A menudo la buscamos como un punto final, un estado que alcanzaremos en algún momento futuro, como si fuera una isla dorada a la que debemos navegar. Sin embargo, la verdadera dicha reside en el proceso, en la calidad de nuestras acciones presentes.

Imagina la música: la plenitud no está solo en la última nota resonante, sino en la armonía de cada acorde, en el ritmo vibrante de cada compás. La dicha se manifiesta en la autenticidad con la que vivimos cada instante, en la gratitud por las pequeñas victorias y en la resiliencia ante los desafíos. Es la satisfacción que emana de un esfuerzo honesto, de una conexión genuina, de un propósito vivido.