“El sabor del éxito es más dulce cuando se saborea la lección de cada fracaso.”

Los tropezones no son puntos finales, sino las notas agridulces que componen la sinfonía de la realización.

Imagina un chef que, tras experimentar con ingredientes inesperados y obtener resultados mediocres, aprende a combinar sabores de manera sublime. Cada intento fallido se convierte en una lección valiosa que refina su arte y lo acerca a la obra maestra. Así, el éxito se saborea mejor cuando se ha aprendido de cada logro y de cada intento fallido.

El verdadero triunfo se edifica sobre los cimientos de las experiencias aprendidas, no sobre la ausencia de error.