
“Donde florece el cariño, las raíces del compromiso se fortalecen.”
El apego que cultivamos se convierte en el fértil terreno donde el compromiso echa raíces profundas. No es una obligación impuesta, sino una elección consciente de nutrir ese vínculo, de regarlo con paciencia y fe para que crezca fuerte y resistente ante las tormentas de la vida.
Piensa en un jardín ancestral, donde cada flor es un recuerdo compartido, cada árbol un obstáculo superado juntos. El enamoramiento inicial se transforma en un afecto robusto, una devoción arraigada que promete perdurar a través de las estaciones.